La explosión en el aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul se produjo en la noche del 26 de agosto. (Foto: CNN)

La tragedia ocurrió pocos días antes de la fecha límite para la retirada completa de las tropas estadounidenses de Afganistán (31 de agosto) y en el contexto de que miles de afganos continúan acudiendo y reuniéndose alrededor del aeropuerto Hamid Karzai a la espera de ser evacuados del país.

 Graves desafíos de seguridad

En un comunicado emitido apenas unas horas después del ataque suicida con bomba, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, afirmó que tomará medidas para responder a los perpetradores del crimen, y aseguró que continuará trabajando en la evacuación y retirando las fuerzas estadounidenses antes del 31 de agosto. Sin embargo, analistas evaluaron que la concreción de este plan enfrentará muchos riesgos y presiones graves.

Inmediatamente después del atentado, la rama afgana del autoproclamado Estado Islámico (EI) se atribuyó la autoría y advirtió que continuaría realizando actos similares. Mientras tanto, el jefe del Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM), general Kenneth McKenzie, también alertó sobre un alto riesgo de ataques del mismo tipo en el aeropuerto Hamid Karzai.

Por su parte, los talibanes no han dado ningún indicio de que cederán al plan de retirada de Estados Unidos. El portavoz de ese movimiento Zabihullah Mujahid, dijo el 24 de agosto que la operación de evacuación de los extranjeros en el aeropuerto Hamid Karzai se considerará una violación del acuerdo si continúa después de la fecha límite del 31 de agosto. Anteriormente, el 23 de agosto, otro portavoz de los talibanes, Suhail Shaheen, también advirtió que la coalición internacional “sufrirá consecuencias” si viola el acuerdo de retirada.

Un herido a causa de la explosión en el aeropuerto Hamid Karzai. (Foto: Alijazeera/VNA)

 Guerra y riesgo de crisis humanitaria

En este contexto, el movimiento de resistencia contra los talibanes, cuyo bastión se encuentra en el valle de Panjshir, se comprometió a luchar hasta el final. Actualmente, cuenta con más de diez mil combatientes, que son principalmente soldados del gobierno. El hombre que lidera este grupo es Ahmad Massoud, hijo del célebre comandante muyahidín Ahmad Shah Massoud, que sigue los pasos de su padre 20 años después de su muerte para retomar su obstinada lucha contra los talibanes.

El vicepresidente afgano Amrullah Saleh, quien se declaró presidente interino después de que el mandatario Ashraf Ghani abandonara el país el 15 de agosto, también estuvo presente en el valle de Panjshir. Panjshir es la única zona de Afganistán que los talibanes aún no han dominado, tal como en el periodo de ocupación anterior (1996-2001).

Los talibanes anunciaron el lunes pasado haber enviado a cientos de combatientes a la zona del valle de Panjshir para reprimir a la oposición. Aunque hasta el momento no se han conocido detalles sobre los combates entre ambas partes, se cree que los enfrentamientos son inevitables.

Además, el estallido de las hostilidades exacerbó la crisis humanitaria que enfrenta el pueblo afgano. Debido a muchos años de guerra civil y al actual impacto de la pandemia de covid-19, la economía afgana se encuentra en un estado de agotamiento y la gente carece de alimentos. Según las Naciones Unidas, alrededor de 18 millones de personas (casi la mitad de la población de Afganistán) necesitan de asistencia humanitaria. Asimismo, los combates prolongados afectan a otros países de la región, principalmente por la afluencia de refugiados.

Ante esta realidad, muchos países y organizaciones han pedido reiteradamente una solución política en Afganistán. El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, subrayó el 24 de agosto la necesidad de dialogar con los talibanes lo antes posible, con el fin de prevenir desastres humanitarios y migratorios en esa nación surasiática.