(VOVWORLD) - Iraq entra en una nueva etapa de inestabilidad a causa de protestas antigubernamentales cada vez más extendidas que a menudo se tornan violentas y dejan una lamentable secuela de víctimas mortales. Tal situación es el mayor reto que encara el primer ministro Adel Abdel Mahdi desde que asumió el cargo en octubre de 2018. En consecuencia, la principal prioridad de su gobierno es mantener la estabilidad política del país.
Los enfrentamientos entre los manifestantes chiitas en la ciudad de Kerbala y las fuerzas de seguridad ocurridos el 28 de octubre causaron la muerte a 14 personas y heridas a 865. Se trata de la segunda oleada de protestas contra las políticas del gobierno iraquí en solo un mes, cuando fallecieron al menos 250 personas y más de 6 mil manifestantes fueron detenidos.
Las protestas antigubernamentales en Iraq se tornan violentas. (Foto: nytimes.com)
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Reconstrucción y reconciliación
Las marchas realizadas en Bagdad el 1 de octubre se derivaron de llamadas en las redes sociales para exigir la renuncia del primer ministro Mahdi y rechazar las difíciles condiciones de vida, la escasez de electricidad y agua potable, el desempleo, la corrupción y la débil gobernanza. Luego, se extendieron a las ciudades del sur, donde viven los musulmanes chiitas y se convirtieron en conflictos violentos que obligaron al gobierno a declarar el toque de queda, desplegar fuerzas de seguridad y cortar internet en el 75% del territorio nacional.
Cabe decir que los disturbios en curso son los mayores desafíos que enfrenta el premier Adel Abdel Mahdi desde que asumió el cargo hace un año, y se convierten en el gran problema de seguridad de Iraq luego de derrotar en 2017 al grupo terrorista Estado Islámico (EI). Tras la derrota de los yihadistas se creyó llegada la hora de marchar hacia la reconstrucción y reconciliación nacional, pero el sueño no pudo convertirse en realidad. Está previsto que la reconstrucción en la etapa de posguerra cueste decenas de miles de millones de dólares, una suma demasiada grande incluso para un país que como este posee abundantes recursos petroleros cuya facturación mensual asciende a 6 mil millones de dólares.
Por otro lado, la corrupción en Iraq también está en un nivel alarmante. Recientemente, Transparencia Internacional lo colocó en el lugar 12 entre los países más corruptos del mundo. Además, la escasez de electricidad y agua potable sigue siendo un drama en algunas ciudades, mientras la tasa de desempleo entre los jóvenes iraquíes es ahora del 25%, según las estadísticas del Banco Mundial. Pero son males de no tan difícil solución si se les compara con la monumental tarea de la reconstrucción del país, el asunto de la reconciliación y los conflictos sectarios, que en verdad son los principales motivos de preocupación para el gobierno. La batalla por el poder entre el gobierno central, los kurdos, los sunitas y los chiitas parece no haber llegado a su fin, ni que lo hará pronto.
Intentos de estabilizar la situación del país
Ante la escalada de tensiones, el primer ministro Mahdi anunció una serie de reformas destinadas a crear empleos, repartir tierras, mejorar el bienestar social y despedir a los funcionarios corruptos. Además, prometió desarrollar viviendas para los pobres, subsidiar a los desempleados, otorgar préstamos a los jóvenes, dialogar con los manifestantes en cualquier lugar sin participación de las fuerzas armadas, y abordar satisfactoriamente las peticiones de los ciudadanos.
El 24 de octubre pasado, Mahdi presentó a la Asamblea Nacional una serie de proyectos de ley sobre enmiendas constitucionales y un borrador del presupuesto estatal para 2020, junto con otras legislaciones dirigidas a garantizar la operatividad del gobierno. Los devastadores años de guerra contra el EI hizo perder a Iraq demasiado tiempo y recursos para la reconstrucción nacional.
Sin embargo, la etapa posterior al EI sigue siendo inquietante. El gabinete del primer ministro Mahdi no solo es responsable de evitar el retorno de esa organización terrorista, sino que también debe enfocarse en brindar una mejor vida a la población y en superar las divisiones sectarias y religiosas.
En este contexto, construir un Iraq democrático y unido, en el que todos los ciudadanos puedan disfrutar plenamente de sus derechos, es una tarea desafiante y ardua. El gobierno tiene por delante la muy difícil misión de estabilizar la situación interna y armonizar el poder entre los grupos sectarios porque cualquier reforma imprudente puede empujar aún más al país hacia la inestabilidad.