(VOVworld) – El patrón electoral de Irán cuenta con más de 50 millones de ciudadanos habilitados para votar en los comicios presidenciales de este 14 de junio. Las elecciones suscitan un gran interés internacional por si el cambio de mando salva al país de las múltiples dificultades y presiones por parte de Occidente a causa del programa nuclear en 8 años de mandato de Mahmud Ahmadinejad. Según los observadores, la votación sólo conduciría a un cambio en el nivel de selección, y no en la naturaleza de los problemas políticos del actual régimen.
La lista final de candidaturas, que ascendía a casi 700 aspirantes por el Consejo de Guardianes, incluye apenas 8 postulantes, de los cuales 5 son conservadores cercanos al líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, que llama a unas “elecciones ordenadas, pacíficas y sin disputas”. Como su deseo al margen del acontecimiento, los aspirantes considerados reformistas no tienen autorización para hacer campaña electoral, como es el caso del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani, del período 1989-1997, un personaje célebre en la revolución iraní. Otro radical moderado, Esfandiar Rahim Mashaie, asesor del mandatario Mahmud Ahmadinejad, ha sido también descalificado. Con la mayoría de los candidatos elegidos hacia el conservadurismo se pone en una situación difícil al electorado, así lo apuntaron los analistas iraníes y extranjeros.
El reformista moderado Hashemi Rafsanjani se excluye del listado
de candidatos elegigos por el Consejo de Guardianes
A diferencia de los comicios de 2009 que atrajo mucha atención del público con animadas campañas políticas al aire libre, los de hasta ahora se vieron mayormente ceñida a los medios de comunicación, y en Teherán no es fácil encontrar carteles u otro tipo de propaganda electoral de los candidatos. Los 3 debates directos transmitidos por televisión no han calado en los electores. Aparte de esto, la ausencia de candidatos bien valorados “cubre el ambiente de oscuridad". Según los expertos, los iraníes otorgarán prioridad a las propuestas con más soluciones en cuanto a la economía, sector que ha experimentado severas pérdidas a causa de sanciones mundiales por el programa nuclear de este país islámico. Los recientes cálculos manifiestan que el indicador de la inflación iraní llega al 29,8%, mientras que la tasa de paro es del 14%. La moneda nacional, el Rial, se devaluó cerca del 80% desde finales de 2012 hasta ahora. Las exportaciones registraron una reducción del 40%. El problema nuclear supuso un gasto de más de 100 mil millones de dólares debido a las pérdidas de los negocios petroleros y las inversiones extranjeras. En un esfuerzo por recrudecer el castigo a Irán, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos colocó en la lista negra a cerca de 40 empresas iraníes que presuntamente actúan como fachada del Gobierno en pos de canalizar dinero de Estados Unidos a Irán para continuar con el programa nuclear. Se trata de la cuarta vez consecutiva en una semana que la Casa Blanca impone sanciones contra Teherán. Con antelación, la administración del presidente Barack Obama castigó las industrias petroquímica y automovilística, y a más de 50 autoridades del país persa.
En este difícil escenario económico debido al impacto de las sanciones internacionales y a una administración poco cualificada, los ciudadanos esperan un nuevo presidente capaz de sacar al país de la decadencia económica y reconstruir la imagen de un Irán respetuoso y amante de la paz. Sin embargo, el objetivo no va a ser fácil de lograr en la actual situación. Por otro lado, los candidatos elegidos no presentan medidas para salvar al país, sino que se limitan a criticar al actual gobierno.
En virtud de la Constitución iraní, aunque el presidente asuma las potestades ejecutivas como son la firma de acuerdos y convenios internacionales, la organización estatal o el presupuesto, no tiene poder completo sobre las políticas diplomática y nuclear, así como el control de las fuerzas armadas, que dependen del líder supremo. Por ende, con entre 5 y 8 candidatos conservadores elegidos, la transferencia de poder se traduce según los analistas como “el mismo perro con distinto collar”. En lugar de renovarse, la actual postura iraní y el nuevo Gobierno estrecharán sus manos, los que puede conducir a una mayor desestabilización social que derive en un enfrentamiento militar./.