(VOVworld) – Las relaciones estratégicas entre Estados Unidos y Afganistán sufren una tensión inesperada. Después de la quema del Corán por efectivos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en una base militar estadounidense en Afganistán, a fines de febrero pasado, la masacre de 16 civiles afganos a manos de un soldado norteamericano, que disparó mayormente contra mujeres y niños el pasado día 11, “echó más petróleo al fuego” y precipitó estos nexos a su nivel más bajo.
Este incidente ha derrumbado los baluartes levantados por Estados Unidos y Occidente en Afganistán, pese a la inmediata llamada telefónica del presidente Barak Obama a su homólogo afgano, Hamid Karzai, comprometiéndose a investigar rápidamente la matanza, así como a la declaración posterior del vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, para ratificar los objetivos estratégicos de Estados Unidos en Afganistán, como el combate contra la red terrorista Al Qaeda y el entrenamiento de las tropas afganas.
El dolor de un afgano por la muerte de sus seres queridos en la matanza
Una ola de repudio respondió a la matanza en todo Afganistán. El 12 de marzo, el Parlamento de este país declaró el fin de la tolerancia afgana ante los actos de los efectivos extranjeros. A su vez, el presidente Karzai calificó el crimen de "asesinato y acto terrorista imperdonable”. El mismo día, el movimiento talibán juró vengarse de “los soldados norteamericanos bárbaros y enfermizos”. En una declaración publicada en la web Islámica, los talibanes advirtieron que “se vengarán de los agresores y asesinos crueles”. Según una autoridad del gobierno afgano, este asesinato podrá perjudicar los esfuerzos destinados a lograr un acuerdo estratégico con Kabul que alargue la permanencia norteamericana en ese país.
El incidente ocurrió el pasado 11 de marzo, cuando un soldado estadounidense de la base militar en Kandahar disparó indiscriminadamente contra habitantes de las aldeas Alokozai y Garrambai, matando a 16 personas, principalmente mujeres y niños, antes de ser arrestado por las fuerzas internacionales de apoyo a la seguridad encabezadas por la OTAN. El general John Allen, comandante de las fuerzas internacionales en Afganistán, también aseguró que el asesino recibirá el merecido castigo. Sin embargo, para la opinión pública, el incidente es la “gota que colmó el vaso” y desató el repudio del pueblo afgano, pues una década después de la guerra de Estados Unidos y Occidente para derrocar al régimen de Talibanes, la seguridad aún no se recupera en Afganistán. La red terrorista de Al Qaeda se extendió de Afganistán al país vecino de Pakistán y a otros estados en el Medio Oriente, África y el Sudeste Asiático. En la esfera económica, se pronosticó que Afganistán necesita otros 10 mil millones de dólares para cumplir el proceso de construcción del país, promover la explotación de minas, ampliar las exportaciones, gestionar las finanzas y luchar contra la corrupción. En una investigación realizada recientemente, el Banco Mundial pronosticó que después de 2014, seguramente el ejército afgano no podrá combatir sin ayuda financiera extranjera. Mientras tanto, este país se consolida como un vivero mundial de drogas, con el cultivo del 90 por ciento de las amapolas, según valoraciones del órgano de la ONU de prevención y combate al narcotráfico. La mayor organización internacional reveló que entre 2005 y 2009 el número de los drogadictos en Afganistán se triplicó a 150 mil personas, junto con otras 230 mil habituadas al opio.
Más de mil afganos se agrupan para protestar contra el acto violento
perpetrado por un soldado estadounidense
La reciente matanza de civiles esfumó la esperanza de alcanzar un acuerdo sobre los nexos de socios estratégicos Estados Unidos-Afganistán, pues ya a inicios de marzo, dirigentes de ambos países se refirieron a una serie de problemas relacionados con los intereses bilaterales, como las negociaciones de los vínculos de contrapartes estratégicas y el itinerario de reconciliación de Kabul, considerado la llave para solucionar el conflicto en este país surasiático, así como el traspaso de la misión de seguridad de las tropas extranjeras a las fuerzas afganas. Las tensiones se alivió temporalmente tras la quema del Corán, cuando Washington firmó el pasado día 9 un acuerdo para traspasar a la administración afgana la prisión central de Estados Unidos en Bagram, donde están presos cientos de supuestos terroristas de Al Qaeda. En este contexto, el crimen engendró una “grieta” innecesaria. Según la opinión pública, seguramente estos nexos no serán “fluidos” en un futuro cercano. La furia de los afganos no puede atenuarse enseguida. Lo más peligroso es que ese incidente ha sido y está siendo aprovechado por los talibanes para incitar al pueblo afgano contra Estados Unidos. Por eso, la brecha en las relaciones Estados Unidos-Afganistán se amplía cada día más, haciendo que la situación en ese país sea difícil de controlar./.