De mediados de diciembre hasta el último día del año 2011, la mayor parte de soldados estadounidenses acantonados en Iraq se retirará gradualmente de este país. En teoría, la salida de las tropas norteamericanas propicia una verdadera soberanía a Iraq, donde sin embargo impera la inseguridad interna, y erradicar el problema será el gran reto futuro para la administración local.
Según el Acuerdo de Seguridad firmado en 2008 entre Estados Unidos e Iraq, el Pentágono retirará todos sus efectivos desplegados en ese país a fines de 2011. La administración norteamericana pretendía mantener algunas fuerzas militares en Iraq tras el repliegue oficial de sus tropas, para ayudar a Bagdad a estabilizar la situación nacional. No obstante, debido al desacuerdo entre ambas partes sobre la inmunidad jurídica de esos asesores militares, Washington decidió retirar sus tropas, excepto un grupo de oficiales y soldados encargados de proteger su misión diplomática y entrenar al cuerpo de seguridad iraquí. El pasado 2 de diciembre, EEUU entregó al ejército iraquí el Campo Victoria, la mayor base militar norteamericana en esta nación y también sede del Alto Mando de las fuerzas estadounidenses en la guerra de Iraq desde la ocupación de Bagdad en abril de 2003. Según el general Thomas Spoehr, comandante adjunto de las tropas norteamericanas en Iraq, para retirar los 34 mil soldados acantonados en 12 bases de ese país y los equipos militares, se requiere una gran fuerza logística, con unos mil 650 camiones para unos cuantos días.
De hecho, la fecha tope para la retirada de todas las tropas norteamericanas se está acercando. El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, ha declarado: “La seguridad en Iraq no sufrirá grandes impactos por el repliegue de los soldados estadounidenses, ya que en lo fundamental hemos logrado controlar la situación.” Este anuncio parece demasiado optimista, si se compara la capacidad actual de la administración de Bagdad con la situación de inseguridad que vive Iraq. En realidad, el Ejército iraquí carece de medios antiaéreos, fuerzas aéreas y un cuerpo de espías. Además, 770 mil efectivos iraquíes no han sido formados debidamente y les falta capacidad de coordinación en el combate. Mientras tanto, la seguridad aún es un rompecabezas para Bagdad. Los ataques contra las fuerzas iraquíes se suceden a diario, pese a una leve disminución en relación con la peor temporada, entre 2006 y 2007. Según estadísticas oficiales, particularmente en octubre pasado murieron 258 personas por la violencia. Aparte de los soldados, numerosas autoridades iraquíes ha sido blanco de atentados. El pasado 28 de noviembre, la explosión de coche bomba en una zona cercana al Parlamento fue confirmada como un atentado malogrado contra el primer ministro Nuri al Maliki. La administración de Bagdad no solo enfrenta los retos de seguridad de los grupos terroristas, sino las contradicciones sectarias y diferendos tribales y religiosos. El gobierno de al Maliki está compuesto por una mayoría chiíta. Sólo 7 de los 42 cargos ministeriales pertenecen a los islámicos sunitas, y estos forman un partido opositor bajo la dirección del ex premier Ayad Allawi, máximo rival de Maliki. Por su parte, el presidente Jalal Talabani lidera la tribu minoritaria de los kurdos. Cada grupo cuenta con sus propios seguidores armados. La contienda por el poder entre estos grupos amenaza con dividir el país en 3 partes.
A pesar de ello, la implementación del Acuerdo de Seguridad EEUU- Iraq responderá a las expectativas tanto de los estadounidenses como de los iraquíes. Para el pueblo norteamericano, este acontecimiento cerrará una costosa y prologada guerra de casi una década, que les dejó un saldo de unos 4 mil 500 soldados muertos, más de 32 mil 200 heridos y 817 mil millones de dólares de las contribuciones de sus ciudadanos. Para Iraq, el retiro de las tropas norteamericanas constituye un hito, pues crea una oportunidad para que los iraquíes afirmen su independencia y su capacidad de construir un nuevo futuro para su país. Sin embargo, ese futuro solo se establecerá sobre la base de acciones colectivas, para superar los diferendos y consolidar la confianza y la reconciliación nacional./.