(VOVworld) - Ha transcurrido medio año desde la ceremonia de arriada de bandera de EEUU que el 15 de diciembre de 2011 dio por terminada la guerra promovida por Washington, la seguridad en ese país del Oriente Medio sigue siendo una cuestión peliaguda. Surgen una vez más la preocupación de la comunidad internacional de la lucha por el poder en Iraq tras la retirada de las tropas internacionales, y la interrogación sobre el rebrote de los elementos terroristas, tras los últimos sucesos violentos en esa nación árabe.
Iraq sufre una nueva oleada de violencia
El 23 de julio, todo el territorio iraquí fue estremecido fuertemente por ataques con bombas coordinados que provocaron más de 90 muertos y unos 200 heridos. Esta es considerada la jornada más sangrienta en los últimos dos años, según el último balance oficial de la Policía y el Ejército de Iraq. Los actos más violentos fueron perpetrados en la cabecera de Taji, a sólo 25 kilómetros al norte de Bagdad, donde se produjeron seis explosiones, incluido un atentado suicida con bomba. Al menos 18 personas resultaron muertas y otras 29 fueron heridas. En Dhuluiyah, de la provincia de Salahudin, que se encuentra a 80 kilómetros de la capital, hombres equipados con armas pesadas atacaron una base militar, dejando un saldo de 17 muertos, entre ellos 15 soldados y 2 miembros de la milicia pro-gobierno al-Sahwa. Otro grupo armado asaltó un puesto de control de al-Sahwa en las afueras de Samarra, ciudad ubicada 110 kilómetros al norte de Bagdad, cobrando la vida de 2 militares y otras 3 personas. Entre tanto, una serie de atentados con bombas y tiroteos cometidos en la capital y otras localidades sureñas de Iraq como Saadiyah, Khan Beni Saad, Kirkuk, Tuz Khurmatu y Dibis, causó la muerte de 45 personas e hirió a 74. Actualmente ningún grupo ha reivindicado la autoría de tales incidentes violentos, sin embargo, la filial de Al Qaeda en Iraq había advertido sobre su plan de reconquistar territorios de este país de Medio Oriente.
En realidad, no se trataba de los primeros atentados en Iraq. Durante el tiempo que estuvo de acantonamiento las tropas estadounidenses, los actos violentos se hizo la rutina, sin embargo, inmediatamente después del repliegue de su último soldado, los ataques se perpetran cada vez con mayor intensidad y mayor nivel. Concretamente, el 22 de julio, en Mahmudiyah, una localidad situada 30 kilómetros al sur de Bagdad, ocurrieron 3 atentados con coche bombas en los que murieron 11 personas y fueron heridas otras 38. En el pasado mes, los ataques con bombas cobraron 237 vidas e hirieron a más de 600 personas al menos, haciendo que junio fuera uno de los meses más mortíferos en Iraq desde la retirada de las fuerzas internacionales lideradas por EEUU. En su declaración divulgada en Internet, el grupo de insurgentes denominado “Estado islámico de Iraq”, que mantiene supuestos vínculos con la red terrorista Al Qaeda, reivindicó 40 ataques violentos en el país. Estos atentados con bombas y tiroteos se dirigían principalmente a los sunitas y las fuerzas de seguridad iraquíes.
La escalada de la violencia en la nación del Golfo Pérsico pese a los esfuerzos del Gobierno y del Cuerpo de seguridad para mantener el orden y la estabilidad, pone en cuestión la capacidad de la administración de Bagdad. Sin embargo, según comentan observadores y expertos, la división y las contradicciones internas son los obstáculos principales para la gobernación. Tras la misión de los estadounidenses, Iraq queda destrozado y dividido, lo cual impulsa motivaciones sectarias de quienes intentan divirdir el país en 3 partes, una para los kurdos en las provincias norteñas ricas en petróleo, otra reservada a los católicos y musulmanes sunitas en el centro, y la última, para poblaciones chiítas en el sur, también con abundantes recursos petroleros. Hace poco, 4 provincias centrales de Iraq, incluidas Salah al-din, Diyala, Anbar y Nineveh pregonaron la fundación de un estado independiente de los sunitas, puesto que “el gobierno central dominado por los chiítas no prestan debida atención a sus intereses, y los consideran como ciudadanos de segunda categoría.
Un soldado iraquí mirando las consecuencias de un atentado
con coche bomba en Kirkuk
Recientemente, el pasado 19 de junio, el Tribunal Penal Central de Iraq reabrió el juicio contra el vicepresidente, Tariq al-Hashimi, el político de primer rango del grupo sunita Iraqiya en el Parlamento, por acusaciones de asesinato. La reanudación de este polémico juicio refleja las contradicciones internas de la administración de Bagdad. A fines del año pasado, el Consejo Supremo de Jueces de Iraq ordenó a detener a Tariq al-Hashimi y este hecho causó diferentes reacciones en este país, ya que el bloque político de los sunitas había declarado su boicoteo al Parlamento en protesta contra la acción inoportuna del premier Nuri al-Maliki en el despliegue del plan de fundar un gobierno participativo entre comunidades sunita, chiíta y kurda.
Las discrepancias en torno a la distribución del poder que no se resueltan de modo radical han sido y están siendo una tierra fecunda para el aprovechamiento de los elementos terroristas. Sin lugar a dudas, en el futuro, los iraquíes no podrán disfrutar de una estabilidad integral si sigue en auge la contienda por el poder.