(VOVWORLD) - El presidente estadounidense, Donald Trump, dio a conocer el pasado 22 de agosto la nueva estrategia de Estados Unidos en Afganistán. El primer enfoque estratégico desde su toma de posesión sobre este punto candente de Asia Central, apunta más bien a la lucha antiterrorista y la ayuda al pueblo afgano a decidir su futuro. Los objetivos del plan son evidentes, pero aún se espera sus resultados ante la coyuntura de que los esfuerzos de Washington en busca del fin de la guerra, prolongada durante 16 años en Kabul, y la eficiencia de otras metas en la región siguen sin tener las perspectivas esperadas.
El presidente estadounidense, Donald Trump, presentó este 21 de agosto la nueva estrategia para Afganistán en el Estado de Virginia (Foto: AFP/VNA) |
Antes de desvelar la nueva estrategia de seguridad para Afganistán, el inquilino de la Casa Blanca afirmó que ya había estudiado “detalladamente y bajo todos los aspectos” sobre ese país asiático. En idéntico sentido, las fuerzas norteamericanas en Kabul se impondrán y obstaculizarán que los grupos terroristas conviertan a Afganistán en “un paraíso seguro” para “crecer y lanzar ataques contra Estados Unidos”.
Opción inviable de Trump
Las intervenciones militares en Afganistán se consideran como una opción inevitable del magnate republicano, Donald Trump. Desde su carrera presidencial hasta la fecha, Trump aseguró compartir la frustración de las administraciones anteriores en un conflicto sin acabar en Afganistán. Confirmó que “su instinto original” era retirar las tropas de ese territorio, puesto que esa batalla ha malgastado miles de millones de dólares y cobrado más de 2.400 vidas de Estados Unidos. La inquietud del mandatario norteamericano tiene fundamento debido a que el Gobierno afgano aún está amenazado por una insurgencia desestabilizadora desde que la administración de George Bush lanzara en noviembre de 2001 la gran ofensiva titulada “Operación Libertad Duradera” para desbancar a la organización terrorista Al Qaeda ya transcurrió más de una década ya transcurrió, pero el caos en ese país aún no ha encontrado la salida.
No obstante, Trump agregó que fue convencido por sus asesores de seguridad nacional de que es necesario fortalecer la capacidad de Estados Unidos para evitar que los talibanes derroquen a Kabul. Supuso que si deja de respaldar a Kabul, Washington tendría que aceptar su frustración ante las crecientes fuerzas terroristas extremistas. En ese caso, los insurgentes crecerían y retomarían la mayoría del territorio afgano y atacando al Ejército de ese país. Hasta hoy, apenas el 60% de los 407 distritos afganos están controlados por el Gobierno. Mientras, después de ser expulsados de Irak y Siria tras las ofensivas consecutivas, los yihadistas del Estado Islámico buscan nuevas bases. Afganistán será uno de los lugares ideales de refugio para ellos.
Efectivos norteamericanos en la provincia de Helmand, al sur de Afganistán (Foto: AFP/VNA) |
Quedan dudas alrededor de la eficiencia de la estrategia
Aunque el nuevo plan del Gobierno de Donald Trump para Afganistán supuso un cambio “drástico”, la opinión pública argumentó que no ha demostrado reforma alguna comparable a los programas propuestos anteriormente por Barack Obama y George Bush. Los simpatizantes de la nueva postura de Trump sospechan de su éxito para conseguir el fin de la prolongada guerra afgana. El mandatario republicano no evidencia cómo sería la victoria en dicha batalla. ¿Si el talibán, Al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico se rinden o alguno de estos dos últimos apoya a los talibanes dándoles un lugar en la administración afgana? Trump aseguró que no dará el último plazo para retirar las tropas de Kabul ni revela por qué envió a miles efectivos adicionales. El fortalecimiento de las fuerzas estadounidenses en Afganistán podría empeorar aún más la situación actual, ya que esa nación se encuentra sacudida por cinco conflictos como la violencia étnica entre los pastunes y otras comunidades minoritarias, los enfrentamientos entre las tribus de Durrani y Ghizai Pastún, las diferencias culturales entre los ciudadanos y los conservadores religiosos rurales, la guerra fría entre la India y Pakistán, además de las tensiones entre los insurgentes talibanes en Pakistán y Afganistán.
Estados Unidos intenta aprovechar los posibles recursos para lograr su meta en la crisis afgana, pero el proyecto fiscal propuesto por la nueva administración prevé recortar severamente los presupuestos para el Departamento de Estado y la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), lo cual resulta inalcanzable.
Mientras, los ex mandatarios, George Bush y Barack Obama tuvieron diferentes puntos de vista respecto a terminar con la guerra prolongada en Afganistán, y tampoco lograron su fin. En mayo pasado, cuerpos de Inteligencia norteamericanos publicaron pronósticos negativos de la situación afgana, pese a que Washington y sus aliados aumentaran sus tropas. De hecho, Kabul sigue preocupando al Gobierno estadounidense. La seguridad y la estabilidad aún están fuera del alcance de ese territorio.