(VOVworld) – Pese a reconocerse como un gobierno moderadamente islámico, Turquía está de actualidad a causa de la inestabilidad política y las manifestaciones antigubernamentales que duran ya más de 10 días y van extendiéndose. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ha aplicado una serie de “medidas concesivas”, pero está lejos del alcance de oportunidades para poner fin a esta crisis interna.
Tras 6 horas de trabajo junto al Gabinete, este 11 de junio, el premier turco, Tayyip Erdogan, aceptó dialogar con los líderes de las manifestaciones y escuchar sus ideas para acabar con la serie de conflictos prolongados sucedidos en estos días. Paralelo a la conciliación, Erdogan asegura que su Gobierno no permitirá la continuación de manifestaciones ilegales y que la paciencia tiene límite. La policía turca utilizó gases lacrimógenos para disolver a centenares de manifestantes en el centro de Ankara. Mientras, miles de protestantes continúan reclamando la dimisión de Erdogan en la Plaza de Taksim de Estambul.
Las manifestaciones para salvar un céntrico parque de Estambul se convierten
en una amplia movilización contra el Gobierno de Erdogan
Las protestas antigubernamentales se iniciaron en la ciudad de Estambul después de que unos 50 ecologistas se manifestaran para salvar el Parque de Gazi, que iba a ser transformado en un centro comercial. Las manifestaciones se extendieron por todo el país desde que los responsables de la política local aplicaran “la violencia excesiva” en un esfuerzo por cesar las marchas masivas. Hasta el día de hoy aparte de 3 muertos y más de 5 mil heridos, según los cálculos, hay 280 oficinas y tiendas afectadas y centenares de coches policiales inutilizados en más de 67 ciudades, sumando una pérdida de 40 millones de dólares. Al regreso de su gira por África, el premier turco convenció al pueblo de que los logros de la democracia y la libertad no son compatibles con las manifestaciones ni con la violencia. El viceprimer ministro Bulent Arinc, en nombre del Gobierno, calmó a los manifestantes diciendo que “el Gabinete adquirió las lecciones necesarias derivadas de los incidentes”, al tiempo que pidió responsabilidades para acabar con los opositores a lo que según él es el orden y la estabilidad nacional. Pero los disturbios han superado el número 200 y tienden a seguir aumentando.
El actual caos turco apunta a la desesperanza del pueblo hacia el régimen del primer ministro Erdogan. Es innegable que en los últimos años, el país ha visto cómo crecía su importancia, tanto en la región euroasiática como en el panorama internacional. Los grandes rasgos que la definen son la estabilidad política y una economía en auge. No obstante, las políticas de “islamizar la nación”, promovidas por el Partido de la Justicia y el Desarrollo, incomodan a los seguidores del liberalismo. Una serie de restricciones como la limitación del consumo de alcohol, la libertad de prensa, el contenido de la televisión o el uso de Internet, han incrementado la indignación del pueblo y está una considerada como una señal de conservadurismo y violación de la libertad individual. Los partidos de la oposición aprovecharon la ocasión para protestar contra las problemáticas políticas del premier Erdogan. Similar a la situación en Túnez y Egipto, la “polarización” entre musulmanes y laicos en Turquía al parecer se incrementa. Los dirigentes islámicos se enfrentan a las acusaciones de incumplir sus compromisos sobre la garantía de los derechos humanos y la libertad. Se puede decir que la inestabilidad en este país moderadamente islámico no sólo se debe a las reacciones ciudadanas ante un proyecto controvertido de ley del Gobierno, sino que se convierte en un pretexto para manifestar la indignación del pueblo ante un régimen político.
Los expertos piensan que Turquía tiene ahora 3 salidas a la crisis. La primera es que el premier renuncie su cargo y convoque elecciones anticipadas. La segundo implica que los manifestantes continúen sufriendo la “fuertes medidas de represión” por parte de la policía si el Gobierno no se calma y negocia. Por último, cabe la posibilidad de que la prolongación de la crisis conduzca a un escenario similar al de Siria. Según la opinión pública, el esquema de la “Primavera Árabe” puede repetirse en Turquía si la administración de Erdogan no busca una solución práctica para tranquilizar a los indignados./.