(VOVworld) – El economista Ahsraf Ghani fue investido el 29 de septiembre presidente de Afganistán, sucediendo a Hamid Karzai, que ocupaba el cargo desde la caída de los talibanes en 2001. La investidura de Ghani sella el primer traspaso democrático del poder en ese país centroasiático, marcado por la guerra y el caos. Inmediatamente después de prestar juramento, el flamante mandatario promulgó un decreto designando a su ex rival electoral, Abdullah Abdullah, primer ministro.
La investidura del nuevo presidente de Afganistán, Ahsraf Ghani (Foto: UNAMA)
Para la ceremonia de investidura de este lunes, los afganos y la comunidad internacional debían esperar meses después que los dos candidatos a la presidencia, Ahsraf Ghani y Abdullah Abdullah, lograran un acuerdo para crear un gobierno de unidad nacional con el compartimiento del poder entre ambos, tras persistentes denuncias de fraude de Abdullah, ganador de la primera ronda comicial.
Contradicciones internas: un gran obstáculo
La opinión pública nacional y mundial pone muchas expectativas en que los nuevos gobernantes de Afganistán formen un gobierno de reconciliación nacional, en pro de la paz, la estabilidad y la prosperidad del país, empero según analistas, enfrentarán retos nada pequeños. El establecimiento de una coalición armoniosa entre dos facciones opuestas parece una tarea ardua, cuando el ex ministro de Relaciones Exteriores, Abdullah Abdullah, recibe el gran apoyo de los Tajik, la segunda comunidad étnica en Afganistán y varios otros pueblos en el norte, mientras Ghani cuenta con muchos simpatizantes entre los pashtunes en el este y sur.
En realidad, el acuerdo sobre la formación del gobierno de unidad nacional en Afganistán se alcanzó debido a las presiones de Naciones Unidas y la comunidad internacional. Por lo tanto, numerosos observadores consideraron el documento como una medida temporal para sacar ese país de la crisis política, dado que tras largas y agudas disputas en torno a los resultados de las elecciones presidenciales, es difícil garantizar la eficiencia de la coalición gobernante.
Otros retos: mantener la seguridad y recuperar la economía
Aparte de las contradicciones internas, la nueva Dirección de Afganistán deberá enfrentarse a los problemas de seguridad y economía. Antes de la ceremonia de investidura de Ahsraf Ghani, un atentado con bomba suicida contra un puesto de policía situado cerca del aeropuerto de Kabul provocó numerosas bajas. A través de la red social Twitter, los talibanes reivindicaron el ataque, lo cual demuestra que la lucha antiterrorista representa un tema espinoso para el nuevo gobierno afgano. El hecho también evidencia que la batalla contra los talibanes en más de 10 años consecutivos en ese país no da frutos deseados y que el mantenimiento de la seguridad y estabilidad aún es una cuestión permanente de este país.
Abdullah Abdullah y Ashraf Ghani firmaron el acuerdo sobre la formación de un
gobierno de unidad nacional por las presiones de la ONU (Foto: UNAMA)
No es sorprendente que en su discurso de investidura, el nuevo presidente llamó a los insurgentes talibanes a tomar parte en las negociaciones de paz. Por otra parte, este martes, Ghani suscribió el Acuerdo de Seguridad bilateral (BSA) con Estados Unidos, el que se negó a firmar Hamid Karzai. Este convenio permitirá quedarse en Afganistán más de 10 mil efectivos de las tropas internacionales lideradas por Estados Unidos para entrenar las fuerzas militares y policiales de ese país. Sin embargo, la firma del BSA puede considerarse una espada de doble filo mientras que los talibanes juran persistir en su lucha contra la presencia militar de Estados Unidos después de 2014 bajo cualquier pretexto. Además del Acuerdo de Seguridad bilateral con Estados Unidos, el nuevo presidente de Afganistán prevé firmar un pacto sobre el estatus de las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que autorizaría el mantenimiento de unos 2 mil soldados de los países miembros de esta coalición en la nación centroasiática.
En tanto, la inestabilidad política, la violencia y la carencia de las reformas necesarias amenazan las perspectivas de crecimiento de la economía afgana. Según un informe del Fondo Monetario Internacional, el Producto Interior Bruto de ese país se redujo del 3,6% en 2013 al 3,2% en el presente año. Por otro lado, el nuevo gobierno de Ghani y Abdullah deberá encarar la crisis fiscal, en el momento en que el presupuesto carece de fondos para pagar el salario de los funcionarios estatales en el mes de octubre, estimado en 116 millones de dólares.
¿Acaso el nuevo gobierno de Afganistán podrá superar las dificultades para estabilizar la situación política y recuperar la economía nacional? Por el momento, esta cuestión aún es una pregunta sin respuesta.