(VOVWORLD) - La meseta de piedra de Dong Van, en la provincia de Ha Giang, fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Geoparque Mundial. “Árida”, es quizás el adjetivo más adecuado para describir esta zona en el extremo norte de Vietnam, que parece incultivable. Sin embargo, los Mong, un grupo étnico que la habita, han demostrado que es posible cultivar plantas.
Si uno llega por primera vez a la meseta de piedra de Dong Van, se preguntará asombrado por qué esas rocas, afiladas y ásperas, pueden ser cubiertas por tanto verdor.
No es difícil encontrar la respuesta a esta interrogante, ya que en el camino serpenteante de Ha Giang se observan muy a menudo grupos de autóctonos que llevan a cuestas cestas de tierra para echarla sobre superficies rocosas. Aquí es donde cultivan las plantas de las que se alimentan. Si el gris no es el único color del lugar, es porque los Mong han modificado el suelo, un trabajo calificado de milagroso.
La etnia Mong trabaja la roca para que les diera sustentos |
Según el etnólogo Tran Huu Son, esta técnica les resulta vital a los autóctonos. “En comparación con otras comunidades étnicas, los Mong vinieron a establecerse a Vietnam bastante tarde, cuando todas las tierras fértiles ya estaban ocupadas por las que llegaron antes y solo les quedaba esta zona montañosa árida”, explicó. En estos lugares, el clima es particularmente severo y no podían vivir únicamente de la caza y la recolección. Por eso, se vieron obligados a inventar una técnica muy específica para cultivar”.
Así pues, los Mong no tuvieron otro remedio que trabajar la roca para que les diera sustentos. Esa es una técnica de cultivo admirable en un lugar donde hay más rocas que tierras. Giang Thi Ly, de la etnia Mong, radicada en el distrito de Meo Vac, dijo:
“Aquí, las condiciones del clima son extremas y carecemos tierra cultivable, por lo que para nuestra supervivencia no tenemos más opción que sembrar maíz en huecos entre las rocas donde echamos tierra traída de otro lugar”.
Son escasas las tierras planas en Ha Giang donde los Mong pueden ararlas. |
Los Mong suelen elegir superficies cóncavas de 0,2 a medio metro cuadrado. Después de rodear estos pequeños espacios de pequeños terraplenes de piedra, los llenan de tierra. Esta la buscan en zonas bajas antes de llevarla a cuestas en cuévanos durante varias jornadas. Luego de ser enriquecida con abonos, está lista para sembrar cualquier planta. Debido a su vitalidad, el maíz es el más popular, pero los Mong también cultivan calabaza y judías verdes. Una lluvia es suficiente para que crezcan y den frutos unos meses después.
La primavera es el momento perfecto para preparar la tierra. Los autóctonos sacan las hierbas malas y bordean con piedrecitas sus pequeños sembradíos. Si por casualidad encuentran tierras planas, las aran, pero la mayor parte del tiempo tienen que crear espacios cultivables entre las rocas, como confirma Sung Kinh Du, otro Mong en la meseta de Dong Van. “Llenamos los intersticios entre las rocas de tierra que son fertilizadas con hojas muertas y desechos orgánicos. Es un trabajo constante y una lucha sin tregua”.
La técnica o el arte de cultivo sobre las rocas, junto a la laboriosidad y la creatividad de los Mong, son un legado tan particular de este pueblo que el museo de la provincia de Ha Giang está preparando un expediente para presentarlo al Ministerio de Cultura, Deporte y Turismo como propuesta de patrimonio cultural intangible nacional.