Por Ángel Miguel Bastidas
A esta hora, toda Vietnam, desde Điện Biên o Cao Bằng, al norte, hasta Cà Mau, en la "cola del dragón", toda azul de mar profundo, se escucha el "Chúc mừng năm mới" o felicitación por el advenimiento del Año Nuevo Lunar, acompasado de los cánticos tradicionales dedicados a la mayor fiesta ancestral del Lejano Sur, incluyendo la tierra que vio nacer a Nguyễn Sinh Cung, quien a la postre pasaría a la historia como Hồ Chí Minh, el gran conductor de la lucha de liberación nacional.
En las grandes ciudades, desde Hanoi, Ciudad Hồ Chí Minh, Đà Nẵng o Huế, la antigua capital real, hasta la más remota aldea, las calles y avenidas parecen moverse entre olas multicolores, en un mar de bicicletas y motos cargadas de flores y arbolitos de melocotón (hoa đào), ochna integerrima (hoa mai) o el arbolito quất de naranjita china.
A diferencia del Tết tây o fin de año occidental, el Tết oriental se celebra con diferentes nombres en varios países del Asia, incluyendo China. Se trata de un magno homenaje a los ancestros, a quienes ofrendan sencillos presentes, entre incienso, flores, frutas y variados manjares.
En Vietnam las casas y las pagodas se visten de colores con numerosas plantas, como signos de buena suerte. No falta el Dao, cual icono de la felicidad. Nada es casual, todo tiene su lectura a la luz de la cosmogonía del Lejano Sur.
El gran momento es el Tết Nguyên Đán (primera mañana del año) tras la última cena del 2020 (este 12 de febrero). Unos se van a la calle: tal vez tomarán una ramita de cualquier planta, suerte de emblema de buenos augurios, que luego es colocada en la puerta de la casa. Otros visitan la pagoda budista o el templo taoísta. Niños y niñas reciben el sobrecito rojo, esta vez con la graciosa imagen del búfalo sonriente, contentivo de la tradicional sorpresa.
El altar doméstico permanecerá adornado durante varios días, con las humeantes varitas de incienso, y en la calle se incinerarán facsímiles de dinero, oro y diversas simbologías en la intensa vida espiritual del heroico pueblo vietnamita.
Este, es un Tết muy particular, cuyo significado está expresado por el voluntarioso Búfalo dorado, lento cuadrúpedo de inusitada fortaleza como la mostrada por la Indochina indomable que poco a poco avanzó hasta superar lo que parecía imposible, aquellos horrorosos años del napalm y el agente naranja. No, este no es un Tết cualquiera, esta vez se entrecruza el jolgorio del recién finalizado XIII Congreso del Partido Comunista con la mayor fiesta del pueblo annamita. Nada mejor que "la visita de los ancestros al terruño que lo vio crecer, para constatar que sus descendientes andan por buen sendero, a la saga de los ideales del Tío Ho (Bác Hồ).
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