En una luz de septiembre

(VOVWORLD) - Sumario: A propósito de celebrarse el 30 de abril otro aniversario de la victoria que echó por tierra los planes secesionistas de de los Estados Unidos y los títeres de Saigón contra la patria de Ho Chi Minh, La Voz de Vietnam inicia, con este trabajo, la publicación de una serie dedicada al histórico acontecimiento, con ellos también rendimos tributo al Comandante Fidel Castro Ruz, amigo entrañable del pueblo vietnamita.

Por José Llamos Camejo

De no ser por la profecía y por la estirpe del visitante y los anfitriones, aquella hubiera sido una tarde más, de otra jornada cualquiera en un lugar de Quang Tri. Sin embargo, fue memorable. El suceso, el sitio, el contexto y los personajes, avalaron al 15 de septiembre de 1973, como una fecha que no olvidarán ni cubanos ni vietnamitas.

Un quijote del Caribe transitaba por esos caminos, aquel día de septiembre, desde el amanecer, y llegó hasta la Colina 241, a la misma que el enemigo bautizó como “La reina de la artillería” -cuando estuvo en posesión de ella-, y que perdió la “corona”, porque el Frente Nacional de Liberación se la arrebató a través de una audaz, encarnizada y relampagueante ofensiva.

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El antiguo puente Hien Luong, sobre el río Ben Hai; al fondo el Monumento a la Aspiración a la Reunificación.

Se cubrieron de gloria en su porfía con el adversario, los conquistadores de ese bastión, que formó parte de la pregonada Barrea Electrónica de Macnamara. Fue por eso que el Comandante de una isla insurrecta y hermana, fue a ratificarles personalmente su admiración a los protagonistas de la proeza.

Como un quijote encima de la leyenda, Fidel dialogaba con quienes le dieron notoriedad a la estratégica altura, a cuyos pies, -y dominado por ella- se desplegaba una vasta extensión de terreno.

La mirada del líder cubano fue más allá del desierto al que asemejaba la zona, más allá del destrozo que era Quang Tri, más allá del tiempo y de la montaña, más allá… y otra vez llegó a la pupila del Comandante la señal luminosa que él había visto al amanecer de ese propio día: “un sol radiante en el horizonte”.

A pocos kilómetros del lugar, desde la otra orilla del río Ben Hai, los cañones apuntaban hacia Quang Tri; de este lado, las minas sin explotar disputaban espacio en los arrozales. La muerte asechaba desde el aire y el mar, desde el suelo y el cielo. 

Tras ochenta y un días de combate ininterrumpido, de bombardeos y entereza, Quang Tri emergió liberada, pero arrasada; nada parecía intacto, salvo el espíritu de las tropas y el optimismo del hermano insurgente que recorrió veinte mil kilómetros para llegar hasta allá, a palpar con sus propios ojos “la magnitud del crimen cometido contra este pueblo”.  

Dong Ha, la capital de Quang Tri, era una ciudad fantasma, pero una, sólo una de las tantas urbes reducidas a escombros en la nación anamita; “no quedó en pie una sola vivienda, un solo edificio, una sola construcción, una sola escuela, un solo hospital”, denunció Fidel.

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Una vista del sector nordeste de la ciudad de Dong Ha.

El escenario era todo desolación, el desastre. Y sin embargo, desde la colosal destrucción Fidel alza la mirada y ve a Vietnam en el sol –lo ve allá por brillante y no por distante. El líder cubano calló la premonición; la hizo pública al día siguiente en la ciudad de Quang Binh, durante el tercero de los cinco discursos que pronunció en su primera visita al país del sudeste asiático.

Cómo no recordarlo ante  el país que en el terreno político, social y económico, reedita las hazañas de Dien Bien Phu, Saigón y Quang Tri. ¿Acaso no es luz lo que irradia Vietnam en su relación con el mundo?; ¿no hay esplendor en la pujanza económica del país, en sus logros sociales, en el alza de su ingreso percápita, o en los 30 millones de vietnamitas que salieron de la pobreza en el último cuarto de siglo?

¿No es radiante la vida, en un país que registra un incremento espectacular en la longevidad de su pueblo?  En 1975 los vietnamitas no rebasaban los 62 años de vida, como promedio; hoy se aproxima a los 77. Ese índice aumentó en más de 14 años, en menos de medio siglo; tal crecimiento supera en 8,1 años  al de los EE.UU en el mismo período.

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Monumento de la Aspiración a la Reunificación, situado en lado sur del río Ben Hai. El conjunto muestra seis penachos de cocoteros, árbol típico del sur de Vietnam. En el centro las figuras de una madre y su niña miran al norte, en espera de la reunificación.

Su economía, de mercado, y orientada hacia el socialismo, tiene vasos comunicantes con los hogares, los programas sociales y los bolsillos de la gente; en cualquier lugar del país el visitante percibe disímiles expresiones de ese bienestar de la población; pueden atestiguarlo los cerca de 13 millones de turistas que recibió Vietnam el pasado año.

AMANECER  PALPITANTE

 A partir de las siete de la mañana, Quang Tri regala una sinfonía fascinante; y en ese concierto, su capital, Dong Ha vuelve a ser una, sólo una de las tantas ciudades signadas por la dinámica social y económica que dicta el curso indetenible de la nación indochina. 

Calles inundada de autos y motos; construcciones en marcha por doquier, escolares en pro de las aulas, fábricas y talleres al romper el silencio; y hombres y mujeres, van raudos a iniciar la jornada, o en busca de establecimientos que no tardarán en abrir. El ajetreo se torna infinito en las primeras horas del día, y al final de las tardes aparece otro elemento revelador del ánimo de su pueblo: la sonrisa;  el paisaje vietnamita estaría incompleto sin ellas.

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Paralelo 17. Punto de demarcación fronteriza que pretendió dividir artificialmente a Vietnam,  aquí se levanta una plataforma de 5 metros de altura, que sostiene al mástil de 38 metros; arriba, la bandera vietnamita, de 75 metros cuadrados; puede verse desde varios kilómetros de distancia.

Aún no logro explicarme cómo en una de esas aceras repletas de gente, en Dong Ha; Nguyén Hoán y Lé Quang descubrieron mi procedencia; no nos conocíamos, pero se acercaron con la misma alegría de los amigos cercanos al encontrarse; hablaban en voz alta: ¡Cuba, el Che Guevara, Fidel!.

¿De dónde habrá salido esa sustancia, impregnada en el corazón de cubanos y vietnamitas?;  ¿de qué está hecha esa química hermanadora?. Hoán y Lé Quang, tal vez sin saberlo, citaron a los autores, yo le agrego a Pham Van Dong, Vo Nguyen Giap y al Tío Ho, forjadores también de una amistad perdurable.

En la nación unida y pujante, en la sonrisa de su pueblo, y en la bandera que flamea victoriosa, cerca del puente sobre el río Ben Hai, está el Vietnam que Fidel soñó, el que llegó a su pupila en una luz de septiembre, “un país tan bello como el amanecer que nos recibió al llegar a esta tierra”.

*Fotos: Cortesía del entrevistado, y Tuan Anh, de la Voz de Vietnam

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