Así quedaron “Vietnam Heroico” y su entorno, tras el paso del huracán Matthew (Foto: José Llamos Camejo) |
Salimos desde Guantánamo, ciudad que identifica a la provincia homónima y a su vez la más oriental de la nación antillana; vamos en dirección este. En sus primeros kilómetros el recorrido se escurre entre leucaenas, marabuzales, tamarindos y algunos retazos de plantaciones cañeras despojadas de follaje y vigor, por efectos de la salinidad.
Luego sobreviene el ascenso que deja ver, hacia el suroeste, cinturones de mangles en lontananza, entre los poblados de Caimanera y de Paraguay; y más allá, la ilícita base naval norteamericana en Guantánamo, una mácula en medio de tanto esplendor natural.
Las palabras de Mélanis revelaron su admiración por Vietnam. (Foto: José Llamos Camejo) |
Camino a “Vietnam Heroico” el paisaje varía según el trayecto; atrás va quedando el verdor de unos copiosos plantíos de bananos, hasta desembocar en la costa sur; ahora las aguas inquietas del Mar Caribe nos harán compañía hasta el final del viaje.
Huellas de la “metralla”
Transitamos a escasos metros de un litoral poblado de dientes de perro; el olor a salitre inunda la carretera golpeada con saña por el oleaje, durante el último ciclón que incursionó por aquí. Fue reconstruida con prontitud, pero en la piel de la serpiente asfáltica que se estira sobre una superficie rocosa, entre paredones y océano, perduran las cicatrices.
Una jornada escolar en la casa de la vecina Yadira. (Foto: José Llamos Camejo) |
Entramos en un área “ametrallada” por la madre natura, y defendida por el gobierno, que sostiene escaramuzas científicas en esta faja semidesértica, donde el terreno desnudo revela los efectos de las sequías, la salinidad y la violencia del mar. La erosión nos devuelve algunas imágenes de Vietnam, como exhortándonos a enfrentar juntos los efectos del cambio climático, que es otro reto común para Cuba y la nación indochina.
A las puertas de “Vietnam…”, en el escenario del “bombardeo”
Transcurridas unas tres horas de viaje, el vehículo toma rumbo nordeste y se interna en un lomerío, entre árboles esqueléticos que han sido víctimas de alguna amputación masiva y brutal: no tienen cogollos ni ramas, no tienen hojas; ese panorama se repite en áreas Maisí, municipio situado en el extremo oriental de la isla.
El Nhan Dan ante la mirada curiosa de un pionero de “Vietnam Heroico”. (Foto: José Llamos Camejo) |
Minutos después, por encima de los remanentes de lo que fuera un valioso emporio forestal y cafetalero, llega un indicio visual de que andamos cerca de nuestro destino; la bandera cubana ondea con la brisa aún cálida de noviembre; ¡a la vista, “Vietnam Heroico”!: una escuelita primaria que reverencia su nombre con el hacer cotidiano de sus pioneros, maestros e instructores de arte.
El inmueble todavía se repone del “bombardeo” sufrido a principio de octubre del año anterior, cuando fue blanco de los vientos endemoniados del ciclón Matthew. “Al otro día, cuando vine, mi escuela estaba sin techo, sin ventanas ni puertas; no había palmas, ni huerto escolar, se los llevó el huracán; lloré mucho”, recuerda Mélanis Sánchez. Esa confesión de la más inquieta y locuaz entre las siete niñas y niños que cursan el quinto grado en “Vietnam…”, confirma una realidad de la que guardo testimonio visual.
Adam Estévez se fijó en la abundancia de motos y en la forma del sombrero anamita. (Foto: José Llamos Camejo) |
“Mi mamá dice que sobre este barrio tiraron bombas”, prosigue la niña; “yo pensé que íbamos a perder el curso al quedar sin escuela”.
- ¿Y no lo perdieron?, le pregunto. Mi avispada interlocutora responde al instante.
-“No. A los pocos días empezamos las clases en casa de Yadira, ¡qué buena es Yadira!”.
-¿Quién es Yadira?, inquiero.
- “Una mujer que vive allí” - apunta hacia una casa con los niños en plena faena escolar-.
- ¿Y las clases no eran molestas en ese cuarto?
- “Claro que sí, pero el maestro nos explicó que los niños de Vietnam dieron clases en condiciones peores, y que debíamos seguir ese ejemplo y no dejar de estudiar, nosotros le obedecimos”.
- ¿Por qué eran peores las condiciones en que dieron clases los niños de Vietnam?
-“Eso fue cuando la guerra, porque los yanquis les tiraban bombas para matarlos, pero las personas mayores abrieron túneles grandes debajo de la tierra, para que los niños se salvaran y dieran clases; ellos estuvieron así mucho tiempo; nosotros solo estuvimos como dos semanas de clases en casa de Yadira, hasta que el gobierno y nuestros padres arreglaron la escuela, mírela como está.
“Vietnam Heroico” no demoró en resurgir más hermoso. (Foto: José Llamos Camejo) |
Un “Vietnam heroico” mucho más hermoso
-¡Qué linda!, ¿verdad?”, exclama la niña, con la mirada fija en su escuela, y un tono de complicidad en la voz.
-Sí, es muy linda, le digo, mientras descubro la sonrisa cómplice de Evilmer Leyva, un maestro de 25 años de edad y seis en la profesión, quien explica detalles de las actividades docentes. Dice que “por las mañanas reciben clases de historia, lengua española, matemáticas, ciencias naturales y El mundo en que vivimos; las tardes se reservan básicamente para actividades recreativas, educación física y enseñanzas artísticas”.
“Cada viernes dedicamos los diez primeros minutos de clases para hablar de Vietnam, y también para comentar algunas noticias relacionadas con ese país; este viernes nos atrasamos un poco para atender su visita - refiere el maestro-, pero igual vamos a cumplir el programa; puede verlo”; -y con un gesto amable me invita a pasar-.
El busto de José Martí a la entrada de la escuela, en el pórtico el nombre que la identifica; en la pared interior, arriba, un retrato del Che. (Foto: José Llamos Camejo) |
Ya en el interior del recinto, Evilmer distribuye entre sus alumnos unos periódicos vietnamitas que extrajo de una gaveta; orienta que los examinen página a página; los niños no pueden leer los textos escritos en el idioma del país asiático; pero se detienen en cada imagen, y buscan detalles para la conversación sobre el tema.
Así, Melisa opina que “los vietnamitas son alegres, porque sonríen”; a Adán Estévez le gustan “las calles con tantas motocicletas, y los sombreros, que no son como los de aquí, pero son bonitos”. En tanto Mélanis dice que “ellos visten con elegancia, y tienen ojos de almendras, igualitos a como dijo Martí en el escrito: “Un paseo por la tierra de los anamitas”; yo sé más sobre ese país”, agrega como invitándome a dialogar.
-¿Qué otra cosa tú sabes de ellos?, pregunto.
- “Que son amigos de Cuba y del comandante; también que son valientes y buenos, y quieren mucho a su patria, ellos no dejaron que los yanquis se la quitaran. Ho Chi Minh fue un gran héroe que quiso mucho a los niños, y dijo que cuando ganaran la guerra, iban a hacer a su país más bonito”.
-“Haremos un país diez veces más hermoso”, le corrijo, invocando al Tío Ho en su anuncio premonitorio.
- “¡Entonces nosotros somos como los vietnamitas!”, replica la niña, con mirara chispeante.
- ¿Y en qué se parecen, si ustedes no tienen “los ojos de almendras”?.
-“Mire mi escuela y dígame si no es más hermosa después que el gobierno y los padres de nosotros la hicieron cuando el ciclón la dejó como decía mi mamá: como si le hubieran caído las bombas”.
- Tienes razón, le digo, y me interrumpe de nuevo.
-“¿Usted ve esas posturas que están afuera, en bolsitas de nylon?”
-Sí, las veo.
-“Son para volver a sembrar los árboles que murieron, el bosque de nuestra escuela también va a ser más hermoso”.
Ni su léxico ni sus físicos denotan rasgos de vietnamitas; mas, desde el interior de estas niñas y niños brota como una mezcla de pureza, lealtad, sensibilidad y optimismo, que tiene mucho del Vietnam Heroico y de la Cuba Rebelde. Mis vivencias de hoy lo confirma: por encima del idioma y la geografía, a los pueblos de Fidel y de Ho Chi Minh nos emparentan los sentimientos y el espíritu de victoria.