Por Israel Cinman (fundador y director del Instituto Cinman- Argentina)
Llegar al norte de Vietnam en el conocido "sleeping bus", una especie de hotel alojamiento móvil, lleno de luces rojas y azules titilantes con asientos de odontólogos, en el cual te insertás más que sentarte, agradeciendo que te haya tocado el lugar de abajo de esa cucheta rodante que es este singular transporte, es altamente recomendable de evitar.
Pero ya descendiendo, te recibe su majestad la bruma de la enigmática ciudad de Sapa, residencia de pintorescas etnias de vestimenta singular.
Allí mismo, en el playón de estacionamiento, un sinnúmero de colores intensos en la vestimenta de las mujeres Hmong te sumergen inmediatamente en un mundo de fábula que te envuelve como la compacta neblina que te lleva de la mano a perderte en cada metro.
Sapa y la belleza de su tierra y gente, una de las postales de viaje de Israel Cinman
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Las terrazas bordadas de cultivos juegan a las escondidas con las nubes de los 1600 metros sobre el nivel del mar, una postal inolvidable. Parecen dibujos de manos laboriosas que hacen puntadas con los sembradíos logrando que la mirada busque ayuda para capturar semejante belleza de esos peldaños de abundancia nutricia.
Caminar por esos senderos es como pedirle permiso al cielo y pagar el peaje de alguna caída en el barro arcilloso (en mi caso) , pero allí al alcance de tu mano está la de la "sherpa" que con la infaltable sonrisa te avisa que esa caída es señal de próximo casamiento. Esas mismas guías, con las ramitas del camino, te hacen corazones o caballitos como recuerdo de aquella experiencia que te deja lleno de barro y empapado.
Aquí todo es sacado de un libro de hadas pues aquí fue el lugar donde una hada empolló los huevos de donde nacieron las etnias que pueblan Vietnam, una bella historia de amor que le da identidad a la existencia de un mercado único en el mundo. Ya les cuento: Se sienten aromas distinguidos en sus calles con variedad de sopas que harían sucumbir hasta nuestra Mafalda... Sigo sintiendo esos olores a curry, cilantro, soja y la salsa hoisin de la selectiva e imperdible cocina vietnamita.
También los hombres con largas pipas de bambú se acercan al opio con esa cara de "yo no fui" mientras el alcohol de arroz con serpiente promete que no se caerá el pelo, curará la ceguera y asegura erecciones duraderas.
Todo es realismo mágico por aquí, mientras la música del instrumento nacional de una sola cuerda, el Dan Bau, te sumerge en un arco de emociones que no se puede creer, un símbolo vietnamita, donde la austeridad muestra su abundancia.
Y la sonrisa permanente , no siempre completa en dientes y esos ojos enmarcados en arrugas de gestos hospitalarios siempre te recuerdan que en todo el mundo la simpatía es un pasaporte que no necesita visa.
Y allí mismo, al final de la calle empinada en el anfiteatro, se lleva a cabo el espectacular mercado del amor, donde los jóvenes en edad de merecer, muestran sus dotes de seducción con danzas, canciones y coqueteando, buscando a el o a ella y juntos seguir gestando la multiplicidad de colores de sus etnias milenarias.
El mercado del amor es un espacio donde el encuentro tiene un lugar que todavía Facebook no lo suplantó, aunque en las manos de los Hmong , los Do , los Tay o los Giay. Mientras camino me acuerdo de Roberto Galán y su perenne frase... "yo me quiero casar ¿y usted?" Muy viejo para ser nuevo pero siempre actual ante la necesidad de todas las culturas: encontrarse para generar futuro. Pasa mucho en Sapa.