Eran sonrisas reveladoras. Había en ellas una expresión deliciosa de libertad, aunque aquella mañana de mi arribo a Hanói no capté su verdadero significado. Casi todos reían, y ese ambiente me recordó una frase de Ho Chi Minh: “solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota”. Después lo entendí mejor. Más allá de su carácter jovial y de las motivaciones ocasionales, los vietnamitas le sonríen a la felicidad que ellos cimentaron con dolor y sudor.
Sonrisas de Vietnam
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Me quedé con esa impresión después de innumerables observaciones en la capital vietnamita y en el norte y la región central del país, tras hacer las mil y una preguntas y escuchar otras tantas respuestas. Tuvimos interlocutores locuaces y atentos; gente sincera, cuya lengua es la gratitud cuando evoca el pasado, y el optimismo cuando mira al futuro.
De sus héroes nos hablaron con la mirada anticipándose al verbo; de su historia, lo hicieron con los ojos relampagueantes de orgullo. En los diálogos afloraron protagonistas y peleas legendarias: el Tío Ho, Vo Nguyen Giap, la defensa de Hue, la resistencia homérica de Quang Tri… Y asomaron las batallas de ahora en el terreno económico, que parecen réplicas de Dien Bien Phu o del asalto a Saigón. Conversar con un vietnamita es explorar la memoria, los sentimientos, el espíritu de Vietnam.
COMO EL PINO Y EL CIPRÉS
En medio de la turbulencia internacional, cuando ya estaba en marcha la desintegración del campo socialista, el país emprendió la renovación, premisa de un despegue económico que devino motor del progreso social, por voluntad de un gobierno que sitúa a los seres humanos en el centro de cada realización, y los convierte en protagonistas y beneficiarios vitales de cada éxito.
Una frase premonitoria de Ho Chi Minh pareció guiar a Vietnam en ese complejo escenario: "Seremos como el pino y el ciprés, para ellos la tormenta es una oportunidad de mostrar su fuerza y estabilidad". Fuerte y estable se mostró la economía vietnamita entre los años 1993 y 2016. En plena tormenta del socialismo europeo, y a contrapelo de la desaceleración económica mundial, la nación indochina le imprimió al PIB un ritmo anual superior al 6,3%, saldo que la gran mayoría de naciones desarrolladas y ricas no pudieron lograr.
Diseñada a partir de un criterio renovador; manejada con pragmatismo y vocación humanista, la economía de Vietnam emite nuevas señales de solidez, y ajusta las conexiones con el bienestar de su pueblo, un camino que ratificó el partido comunista de la nación en su más reciente congreso.
A diferencia de otras economías de mercado, la de Vietnam no favorece la exclusión ni las diferencias sociales. Por el contrario, el espacio de realizaciones colectivas e individuales se expande a las mayorías; el gobierno exige que haya equidad en la distribución de las riquezas.
SALDOS QUE ARREBATAN SONRISAS
Cuando la guerra finalizó, en 1975, los vietnamitas nacían con la perspectiva de vivir menos de 62 años, hoy nacen con la esperanza de alcanzar los 76. La expectativa de vida subió en 14.24 años en la etapa posbélica, un crecimiento que supera en 8.1 años al de los EE.UU en ese mismo período.
Entre mil 993 y el 2016, más de 30 millones de vietnamitas salieron de la pobreza, el ingreso per cápita de la familia creció aceleradamente; cerca de 3 millones de personas -en su mayoría menores de edad- recibieron asistencia social; el desempleo bajó al 3% y la alfabetización subió a más del 94%. La salud pública mejoró los servicios, tras un esfuerzo que el Fondo de Patrocinio de la ONU sugiere como “modelo a seguir”.
Vietnam supera el promedio mundial de gastos en educación, sector al que le destina la quinta parte de su PIB anual. Eso explica las altas cifras de graduados en diferentes ramas. No es casual que una evaluación en ciencias y matemáticas realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ubicara al país asiático en el duodécimo puesto, por encima de Estados Unidos que ocupó el lugar 28.
Alumnos de una escuela-internado para niños de las minorías étnicas
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Que en la última Olimpiada Internacional de Matemáticas, estudiantes vietnamitas ganaran 6 medallas, entre ellas cuatro de oro, y que repitieran la hazaña con tres de oro y una de plata en el evento de química, es otra demostración de las altísimas cotas de calidad que alcanza la educación en la patria de Ho Chi Minh.
Las instituciones y los programas sociales, tanto como los hogares y los bolsillos del anamita, son destinos predilectos de los avances económicos del país; del tema se habla, lo mismo en una conversación informal que en el parlamento, instancia, esta última, en la que por cierto, hasta las minorías étnicas tienen representantes. Vietnam es un pueblo unido y plural.
Aires de regocijo se respiran en la nación indochina; nadie me lo contó, yo los percibí. De esa realidad igualmente pueden dar fe los diez millones de turistas foráneos que conocieron al hermoso país en 2016, y los más de 7 millones 200 mil que lo han hecho hasta julio de 2017.
El inconforme allí es el propio gobierno, empeñado en seguir mejorando la economía y el bienestar de la sociedad, y que no cesa en la búsqueda de fórmulas para alcanzar esa meta. Recientemente el vicepremier Truong Hoa Binh reiteró la finalidad gubernamental de impulsar la producción y el comercio, y dinamizar al turismo, “con la meta de aumentar el flujo de visitantes foráneos”.
Tampoco pierden impulso los proyectos catalizadores del desarrollo socioeconómico en comunidades rurales de difícil acceso, habitadas por minorías étnicas, ni los programas de protección a la infancia y a los mutilados de guerra. Los dedos de una mano sobrarían para contar el número de gobiernos capaces de emular con el de Vietnam en sensibilidad y respeto a la vida y a los derechos humanos.
CONTRASTES
Cuando Pratibha Mehta habló del pueblo anamita, sus palabras, publicadas en La Voz de Vietnam, fluyeron como agua clara. Y cuando Bernie Sanders desnudó a los Estados Unidos, su advertencia produjo desgarraduras. Los dos alzaron sus voces casi al unísono, desde latitudes distantes; la primera para elogiar; el segundo para advertir.
Pratibha Mehta, excoordinadora residente de las Naciones Unidas en Vietnam, en un seminario organizado en Hanoi |
De los vietnamitas, la doctora Mehta dijo que son “laboriosos, valientes e inteligentes”. De Norteamérica, Sanders reprochó la pobreza y la inequidad, y sostuvo que en ella “el uno por ciento de la población se hizo obscenamente más rico”.
Pratibha, que no es vietnamita ni comunista, guarda las vivencias de cinco años como Coordinadora Permanente de la ONU en Vietnam, donde finalizó su misión en octubre último. Ella se mostró satisfecha porque el país “cumplió todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y ha mejorado considerablemente la vida de su población”.
Bernie, que nació y ha vivido siempre en los Estados Unidos, se muestra indignado porque “cada año mueren 130 mil personas por hambre” en la potencia del norte, donde “las mujeres adineradas viven 12 años más que las de bajos ingresos, y los hombres más ricos duran 18 años más que los pobres”.
OMISIONES Y FALSEDADES
Aunque Bernie Sanders lo dijo alto y claro, su denuncia no rozó los oídos del Observatorio de Derechos Humanos (HRW -siglas en inglés), que tiene su sede central, precisamente en los Estados Unidos y a 15 mil kilómetros de Vietnam, país del que ese grupo emite juicios distorsionados, y lo hace con voz estridente, a contrapelo de lo que opina una representante de las Naciones Unidas, y de lo que ha sostenido en más de una ocasión el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Yo no sé de dónde el HRW extrajo los fundamentos - de muy dudosa credibilidad por su origen-, para propalar acusaciones contra Vietnam, país al que pretende estigmatizar como presunto violador de los derechos humanos en lo referente a la libertad de expresión y al acceso a Internet, un servicio del que disfrutan 50 millones de vietnamitas, entre ellos una parte de las minorías étnicas ubicadas en comunidades de difícil acceso. Las cifras ubican al país entre los de mejores índices en el mundo en ese apartado.
A mí me impresionó la modernidad tecnológica del sistema de prensa anamita, la profesionalidad de sus periodistas, y la fluida interactividad entre esa prensa y sus públicos, que tiene presencia en los foros y debates mediáticos. Sí, en la prensa vietnamita el receptor del mensaje también tiene voz, tiene espacios para expresarse con libertad; y es escuchado.
El país dispone de más de 830 medios de comunicación de diferente alcance y categorías, una moderna agencia estatal de noticias, cerca de 80 emisoras de radio y televisión con más de 180 canales. La inmensa mayoría de los habitantes reciben una programación variada, que incluye espacios en lenguas de las minorías étnicas.
Una cifra similar de periódicos y revistas On line, junto a los portales electrónicos, que pasan del millar, completan el robusto sistema de medios comunitarios y masivos de comunicación, diseminados por todo el país. Súmese las decenas de canales de televisión extranjeros y la nutrida presencia de grandes agencias foráneas de noticias. Todo ello propicia el acceso de los vietnamitas a la información, en una variedad y magnitud que muchos envidian en este mundo dispar.
El gobierno vietnamita llama a los órganos de prensa nacional a unirse a la lucha contra la corrupción y el despilfarro
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Herramientas jurídicas actualizadas, incluidas la ley de prensa y la propia constitución de la república, respaldan a los profesionales del sector periodístico en el ejercicio de su labor. La libertad de prensa en Vietnam no solo se ejerce; también se estimula. Ahora mismo está en marcha el concurso nacional de periodismo contra la corrupción y el despilfarro; ¿cuántos gobiernos se atreven a admitir a la prensa en un combate de esa naturaleza?. De nada de eso habla el Observatorio de los Derechos Humanos.
La prensa vietnamita es democrática y plural en todo el sentido de la palabra; le da voz y participación a sus públicos, satisface las demandas del pueblo, en forma y en contenido, y oficia como medio de control social sobre la implementación de las políticas del gobierno; eso no es un secreto, aunque lo ignore el HRW.
Pero, libertad y libertinaje no significan lo mismo. Y si, en nombre de la libertad de expresión y de prensa, alguien trata de ejercer el libertinaje, socavando la seguridad y el orden social en cualquier país, incluido Vietnam, lo más probable es que no se lo admitan. Los vietnamitas pagaron a un precio muy alto su libertad; tienen todo el derecho a cuidarla con celo y a defenderla; es una cuestión de soberanía.
NO MÁS MENTIRAS, NO MÁS SILENCIO
Si de verdad al HRW le preocupan los derechos humanos, debiera mirar alrededor de su sede central en Estados Unidos; allí podrá comprobar, por ejemplo, que más de 40 millones de norteamericanos viven en la pobreza; que en la nación del norte –única que se niega a firmar la Convención Internacional de los Derechos del Niño- cuatro millones de infantes carecen de seguro médico y de cobertura social, y más de un millar mueren cada año, a causa de la violencia.
Otros 250 mil estadounidenses menores son procesados, condenados o encarcelados como si fueran adultos, y 2 millones y medio viven en las calles o en campamentos desprotegidos; un drama que ocurre en la nariz del Observatorio de los Derechos Humanos, aunque sus “observadores” no se han enterado. Cualquiera podría pensar que existe complicidad en ese extraño silencio. Le vendría muy bien denunciar su realidad circundante, y hacer lo mismo con el número creciente de asesinatos raciales en el país más rico del mundo.
Pero, si insiste en hablar de violación de los derechos humanos en Vietnam, y quiere hacerlo con seriedad, entonces podría acusar a quienes mataron a más de 2 millones y medio de vietnamitas, mutilaron a cientos de miles, arrasaron aldeas enteras y rociaron a ese país con el mismo agente naranja que aun ocasiona deformaciones físicas y muertes, al igual que lo hacen las 800 mil toneladas de explosivos dejados sin detonar en la nación del sudeste asiático.
La patria de Ho Chi Minh ha erigido una obra de amor, henchida de humanidad y grandeza, que no encaja en caricaturas. Nadie puede pintar al infierno en un paraíso. A despecho de cualquier manipulador, el mundo seguirá viendo en el pueblo anamita al arquitecto de su propia felicidad; a la nación donde la gente vive, sueña y trabaja con inusitado optimismo; al país donde, hasta las sonrisas en sus esencias reveladoras, muestran una hermosa y edificante verdad: Vietnam, más que libertad de expresión, es la expresión de la libertad.