Por Nelson Rodríguez A., Periodista venezolano en el Servicio Exterior
El héroe y padre de la revolución socialista de Vietnam, Ho Chi Minh, cumplió 126 años de nacimiento, el pasado 19 de mayo. Sus camaradas, que no cesan de visitar su mausoleo en la plaza Ba Dinh de Hanoi, organizaron -con tal motivo- una serie de actos cívicos, patrióticos y políticos en distintos lugares del país.
Ho Chi Minh, presidente de la República Democrática de Vietnam, en Hanoi en 1955
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El Tío Ho (1890-1969), como le dicen cariñosamente sus coterráneos, desde temprana edad tuvo una vida caracterizada por limitaciones de todo tipo. La miseria lo perseguía. Quedó huérfano de madre mientras su padre se encontraba en China presentando exámenes para titularse de doctor.
Al morir Hoang Thi Loan (1868-1901), dejó una niña lactante. El pequeño Nguyen Sinh Cung, nombre de pila de Ho, tercero de los hermanos, con apenas once años de edad iba por las calles de la aldea Hoang Tru, comuna de Kim Lien, tocando de puerta en puerta y preguntando si allí había alguna vecina que recién hubiese dado a luz, para que hiciera la
aridad de amamantar a su hermanita.
Así pasó un tiempo hasta que la criatura falleció por inanición.
A todas estas Nguyen Sinh Huy (1863-1929), padre de Ho Chi Minh, ignorante de la tragedia de su hogar, permanecía en el país imperial, presentando las pruebas de suficiencia académica las cuales coronó de forma excelente; sin embargo, debido a su condición de extranjero no pudo alcanzar la cúspide de sus anhelos intelectuales; le otorgaron el título de Pho Bang (doctor de letras chinas de segunda clase) que lo facultaban para ejercer la docencia.
El doctor Huy, finalmente, se vio obligado a aceptar un cargo como mandarín; no obstante, considerar a los mandarines como “los más esclavos entre los esclavos”. El tiempo que le permitía su estado de salud un tanto deteriorada, lo dedicaba -con gran esmero-, a la educación de sus hijos, tratando de conducirlos por la vía del amor al trabajo noble y responsable; burlando de alguna manera las presiones de las autoridades feudales y coloniales, impartía en ellos principios fundamentales sobre los “derechos y deberes del hombre".
El joven Nguyen Ai Quoc, en el Congreso para fundar el Partido Comunista de Francia en Tour, 1920
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Ho Chi Minh, desde la pubertad, se distinguía en el contexto de sus condiscípulos, por su amor exacerbado al estudio y a las letras. Era un niño que ante distracciones propias de su edad prefería escuchar a guisa conversaciones de su padre con algunos allegados a la familia, en las cuales se abordaban temas políticos relacionados con la situación del país.
Se cuenta que en aquel tiempo tenía marcada predilección por unos versos referidos al amor a la patria; sus actitudes señalaban los pininos de un revolucionario en ciernes:
En hacer la historia, día y noche yo sueño
dejando la letra a los cobardes que quieren ascender
Y la poesía acompañó a Ho Chi Minh toda la vida. Su legado como poeta es un hermoso bien que atesoran las generaciones de vietnamitas subsiguientes a la suya. También -sus tesis sobre la revolución libertaria contra las colonias japonesas y francesas- representan un valor cultural inestimable del acervo de los descendientes annamitas. De tal manera que en él se produjo, en el curso de su formación política, podría decirse: un aggiornamento perfecto de la teoría y la praxis revolucionarias.
Prueba de lo cual se revela en los textos recogidos por el libro “Diario de prisión”, compendio de poemas que escribió en ideogramas chinos; mensajes breves, emotivos, que hoy nos rememoran -a la distancia- los Somaris autoría del vate neoespartano Gustavo Pereira. En ellos se refiere el vietnamita a los maltratos que sufría en las cárceles chinas durante los años 1942-43, del gobierno de Chiang Kai-Shek, que Ho humoriza con espléndida pulcritud literaria.
Compartamos estos tres poemas de aquel entonces:
“¿Qué hacer en la prisión, sin bebidas ni flores,/ en noche tan radiante, luminosa y serena?/ mira el hombre a la luna que esplendorosa asciende./La luna mira al poeta a través de la reja”
“Una cuerda amarrada a mis piernas y los brazos me ataron./Pero el suave perfume de las flores y el canto de los pájaros,/ desde el bosque me llegan. ¿Cómo impedir que esta dicha me acompañara? Ahora, ni está largo el camino, ni estoy solo”
Apenas medio cubo es la ración de agua/ te lavas o haces té: decide por tu parte./ Si te quieres lavar no tomas té./ Si quieres tomar té no pienses en lavarte
Ho Chi Minh, a la edad de veintiún años, consciente de sus limitaciones para ejercer un liderazgo en las luchas revolucionarias que liberaran a su país del coloniaje francés, opta por explorar nuevos horizontes en los cuales pudiese adquirir mayores luces en el plano ideológico. Con este fin se traslada a Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Minh, donde opera un puerto marítimo internacional. Allí lucha, vence escollos, hasta conseguir trabajo en un barco desde donde iniciaría su partida hacia el mundo.
Inició su exploración de nuevos horizontes para adquirir mayores luces en el plano ideológico, a la edad de 21 años, en el barco francés, Amiral Latuche-Treville
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El 5 de junio de 1911, rumbo a América, con destino a los demás continentes, embarca en el trasatlántico “Amiral Latuche-Treville”, de bandera francesa, en calidad de “pinche”: un obrero que lava las cubiertas, los baños, arrima el carbón hasta los hornos, lava los platos y sirve la comida...
De acuerdo con la Carta de Navegación del barco y a los planes de Ba-seudónimo que adopta Ho Chi Minh en ese momento-, iría en primer lugar a Francia, y posteriormente a otros países de Europa, África y América. El programa contempla, además: España, Portugal, Argelia, Túnez, Congo Dahomey (actual Benín), Senegal, Gran Bretaña y Nueva York, Estados Unidos.
Revelan notas bibliográficas que en Francia, Ba-con 21 años de edad- para sobrevivir desempeñó variados oficios manuales como cocinero, jardinero, vendedor de periódicos; en Inglaterra limpió nieve en una escuela, fogonero y camarero en un restaurante.
Allí, en Inglaterra, comenzó a correr la cortina del proscenio hacia lo que él andaba buscando; por primera vez asistía a conferencias públicas sobre temas filosóficos y políticos y se afilió al sindicato de trabajadores marinos de ultramar. Por ahí el vietnamita se fue familiarizando con coterráneos y con movimientos políticos que al conocer sus nobles propósitos, le abrieron las puertas mediante tareas de cooperación.
Se hizo un lector infatigable y comenzó a manejar idiomas. Su mundo nuevo estaba inscrito en el sindicalismo y las luchas populares: acceso a libros, a conversaciones políticas, a discusiones acerca de la Primera Guerra Mundial; poseía las condiciones propias para ser un triunfador: energía juvenil, era un hombre solo sin compromisos familiares, y con un afán de conquistar mundos en aras de diseñar el suyo, el Vietnam libre que él soñaba. Y así fue.
La primera conclusión a la que llegó Ho Chi Minh, ya adentrado en una visión amplia del conocimiento político por el que transitaba el hombre transformador de pensamientos de la época, podría concretarse en estos sucintos términos:
-- En cualquier parte del mundo el capitalismo es feroz e inhumano; la clase obrera y el pueblo trabajador son oprimidos y explotados de manera bárbara; los pueblos coloniales tenían un enemigo jurado en los imperialistas y los colonialistas. Consecuentemente, la clase obrera y los pueblos trabajadores de todos los países del mundo son amigos y el imperialismo en todas partes es el enemigo. A pesar de la multiplicidad de colores, sólo hay dos razas en el universo: la de los explotadores y la de los explotados. Y existe una fraternidad que es verdadera: la fraternidad proletaria.
Desde entonces Ho Chi Minh, no paró. Sus pasos fueron in crescendo en la formación política, participó en congresos, reuniones y fue observado en el extranjero como el líder indiscutible de su pueblo. A través de sus periódicos clandestinos mantenía presencia activa entre la dirigencia vietnamita y nunca dejó de conectarse con los cuadros del Partido; siempre con sus enseñanzas y compromisos revolucionarios.
Coincidía el Tío Ho con Lenin en que “las guerras nacionalistas no sólo pueden ocurrir, sino que en la época en la que existe el capitalismo, tales guerras son inevitables para los países coloniales y semicoloniales”.
Mantuvo contactos muy estrechos con los sindicatos en Rusia. Lamentablemente, no conoció a Lenin. Se cuenta que viajó de polizonte en un barco hasta San Petersburgo, para hablar con él en busca de solidaridad para el movimiento revolucionario vietnamita. Al llegar el barco y descender los pasajeros, el Capitán fue informado sobre la presencia de un extranjero sin documentos ni pasajes. Fue conducido por los funcionarios de seguridad hasta la oficina de la máxima jefatura de la nave. El Capitán lo interrogó y luego de conocer los motivos del viaje del Tío Ho, ordenó que lo proveyeran de un abrigo y le dijo un tanto compungido: -Camarada, lamentablemente, usted no podrá ver al camarada Vladimir Ilich Uliánov… El camarada Lenin falleció ayer.
El sacrificio y la estatura política de Ho Chi Minh han sido elogiados a escala mundial; fue la suya una vida consagrada en cuerpo y alma -sin reposo- al trabajo revolucionario por liberar a su pueblo de todo yugo colonial. La Organización de Naciones Unidas (Unesco), decretó la celebración de 1990 como Año Centenario del nacimiento de este héroe y lo calificó como “un destacado hombre de la cultura y un héroe de la liberación nacional…, símbolo de toda una nación”.
En Venezuela el cantautor Alí Primera le dedicó hermoso versos en su canto que recoge el siguiente estribillo:
Tenía la figura pequeña y la barbita blanca /el camarada Ho Chi Minh/
el camarada Ho Chi Minh/ querido tío Ho Chi Minh/ inolvidable Ho Chi Minh/ indoblegable Ho Chi Minh/ inolvidable Ho Chi Minh/ indoblegable Ho Chi Minh…
La respuesta que Ho Chi Minh le dio al presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson el 10 de febrero de 1967, constituye una pieza epistolar sin precedentes que atesora la humanidad como testimonio sobre el coraje que debe imperar en los líderes, cuando los principios éticos y morales de su pueblo están en peligro, por la voracidad invasora de países imperiales.
Compartamos el siguiente extracto de esa historia:
“Los vietnamitas aman profundamente la independencia, la libertad y la paz. Pero se han levantado como un solo hombre ante la agresión de Estados Unidos, sin temor a los sacrificios ni a las penalidades. Están decididos a seguir resistiendo hasta conseguir la verdadera independencia, la libertad y la paz. Nuestra justa causa despierta el apoyo y un fuerte sentimiento de solidaridad entre los ciudadanos de todo el mundo, incluidos muchos sectores de la sociedad estadounidense.
“Los vietnamitas no se rendirán nunca ante la agresión, y no aceptarán conversaciones bajo la amenaza de las bombas.
Nuestra causa es absolutamente justa. Sólo cabe esperar que el gobierno de Estados Unidos actúe de forma racional”.