Por José Llamos Camejo (exclusivo para La Voz de Vietnam)

Regresa Vietnam a Cuba, acaso un regalo a Fidel en otro agosto inolvidable y ardiente. Por estos días en que la isla celebra el cumpleaños 90 del comandante invicto, las imágenes del país indochino irrumpen en los hogares cubanos, como aire que viene a refrescar la memoria. 

A través de una serie de reportajes realizados en suelo anamita, la televisión y la Agencia Cubana de Noticias muestran antecedentes de la solidaridad entre Cuba y Vietnam, recorren sitios convertidos en símbolos de tan hermosas páginas de hermandad, y ponderan el aporte del líder cubano a esa ejemplar relación, sedimentada con acciones de apoyo recíproco en los momentos de mayor dificultad y peligro.

El público de la isla acoge con especial interés cada reporte que llega desde Vietnam, y aunque sus percepciones varían, la simpatía es el común denominador; “emociona ver esos rostros agradecidos y escuchar tantas palabras de gratitud por nuestro país, entre Vietnam y Cuba existe una química especial, familiar, de pueblo a pueblo y de gobierno a gobierno”, dice Manuel Leyva, un sociólogo  jubilado, de 72 años, con 33 de ellos dedicados a la labor del Partido Comunista de Cuba, desde la instancia provincial hasta el Comité Central donde laboró como funcionario.

Con la mente en retrospectiva, sentado frente al televisor, en su hogar de la ciudad de Guantánamo, Manuel Leyva evoca los días en que vibró por Vietnam

Leyva recuerda al Vietnam de 48 años atrás, evoca las impactantes imágenes que tantas veces le arrebataron el sueño, y jura que “muchas veces, al ver la monstruosidad que se cometía contra ese pueblo tan noble, añoré estar con un fusil disparando junto a los vietnamitas”, sin embargo “hoy mis recuerdos no llevan la amargura de entonces, Vietnam es próspero y libre como Ho Chi Minh lo soñó”.

“Me agrada verlos así, merecen todo lo que han logrado y más, y hacen bien en celar sus conquistas, porque las alcanzaron con sacrificio y dolor, y sobre todo con mucho heroísmo”, añade Manuel, después de ver un reportaje realizado en la portuaria ciudad de Hai Phong, en cuyo puerto atracaron buques cubanos cargados de alimentos para el pueblo anamita, desafiando los bombardeos estadounidenses.

A juicio del nonagenario guantanamero, la victoria de Vietnam frente a los Estados Unidos figura entre las mayores proezas que registra la historia, “Vietnam, como Playa Girón, pulverizó el mito de la invulnerabilidad militar de los EE.UU, y con ello facilitó que el mundo fuera un poco más libre”.

María Clara Fonseca, otra cubana  que sigue con atención el acontecer vietnamita

Otras razones alimentan la admiración del pueblo cubano a los vietnamitas; “de la gesta militar pasaron a la proeza económica”, sentencia María Clara frente al televisor. La pedagoga de 52 años de edad, celebra como propia cada victoria de la pujante nación, que “ha logrado un gran salto económico sin torcer el rumbo y sin renunciar a la justicia social”.  

“Vietnam no olvida ni a su pueblo ni a sus amigos”, argumenta la guantanamera y prosigue;  “en tiempos de severa limitación económica, ellos nos han ayudado a sortear obstáculos frente al bloqueo norteamericano; pero de eso no hablan; en el reportaje que acabo de ver, todos los entrevistados hablaron de su agradecimiento por el apoyo que le prestamos, esa humildad los hace más grandes”.

Aunque era pequeña cuando Vietnam se batía frente a la maquinaria militar norteamericana, María Clara aún recuerda el rostro angustiado y la voz indignada de su maestra “hablándonos de aquellas atrocidades yankees, de los niños asesinados, de los huérfanos y del valor de los vietnamitas; derramé lágrimas por ese pueblo; lo admiro tanto como a su líder”.

Claudia, la niña que interrogó al periodista, observa las imágenes de Hai Phong, ciudad pionera de la hermandad entre Cuba y Vietnam

Entre los cubanos más jóvenes, la serie de reportajes sobre Vietnam suscita curiosidad.  Sin apartar la vista de la pequeña pantalla, Claudia Marla pregunta, - “¿y por qué razón los Estados Unidos atacaron a Vietnam?”.

Razones no tuvieron ninguna, pero sí muchas ambiciones,  le contesté.   

- ¿Y cuántos yankees murieron en esa guerra?  

  Más de 43 mil.   

- ¿Y vietnamitas, cuántos murieron?

 Más de 2 millones, es decir, murieron aproximadamente 55 patriotas vietnamitas por cada soldado que perdió los EE.UU

-¡Qué crimen!;  ¿Y si los vietnamitas perdieron más hombres, entonces  por qué se dice que ellos ganaron la guerra?, replica la pequeña de 12 años.

Porque esa es la verdad. Una guerra no siempre la ganan los más poderosos aunque causen más muertes. Los yankees tuvieron que salir de Vietnam porque no pudieron doblegar la resistencia del pueblo anamita, que peleaba unido por un ideal, con menos poder militar que sus enemigos, pero con mayor determinación, hasta derrotarlos como David a Goliat.

-“¡Oyée, que valientes!. Parece que los vietnamitas y los cubanos se quieren mucho, “un señor de allá dijo en la televisión, que nosotros les mandamos barcos con comida  y azúcar cuando ellos estaban en guerra, y otro, más joven, dijo que él se graduó de ingeniero agrónomo en Cuba, y que aquí estudian otros muchachos de su país”.

“Y parece que saben tirar bien”, razona la niña, y afirma que “por la televisión también dijeron que un vietnamita ganó medalla de oro en tiro en la olimpiada de Brasil” -se refiere al tirador Hoang Xuan Vinh, quien regresó de Río de Janeiro a Hanói, convertido en el primer campeón olímpico de Vietnam-.

Con sus preguntas y observaciones, la pequeña reorienta mi pensamiento hacia los héroes de hoy, que, como Xuan Vinh, apuntan al futuro del país hermano; héroes que son consecuencia y continuidad de una proeza mayor rubricada en suelo de Anam. Otros reportajes de allá -acaso un regalo a Fidel-, llegarán como aire fresco a los hogares cubanos, para irrigar la memoria.