(VOVWORLD) - A lo largo del último año y medio, la pandemia del covid-19 se ha desatado a escala mundial con el desarrollo de variantes peligrosas e impredecibles del virus. La vacuna contra este mal podría ser un remedio para repeler rápidamente la epidemia, pero su irrazonable e injusto uso ha causado que aún no se pueda poner fin a tal crisis sanitaria. El covid-19 ha puesto de manifiesto graves desigualdades entre países y el problema de la inequidad en el uso de la vacuna parece realmente difícil de resolver.
Las vacunas y su equitativa distribución han sido el tema de varios debates entre las naciones a lo largo de casi un año. El mundo es testigo de la desigualdad en el acceso a estos fármacos, entre una minoría de países ricos y desarrollados, y una mayoría de naciones pobres y en desarrollo que se concentran principalmente en África, el Sudeste Asiático, el Sur de Asia y América Latina.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. (Foto: AFP/VNA) |
Desigualdad mundial
El Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) denunció recientemente la desigualdad mundial en la distribución de vacunas. Sólo el 1% de la población de los países de bajos ingresos ha recibido, como mucho, una dosis. Sin embargo, y mientras algunos de los estados más ricos están considerando aplicar una tercera dosis a su población, los trabajadores de la salud, los ancianos y otros grupos vulnerables del resto del mundo siguen sin tener acceso a una sola dosis.
Hasta la fecha, los países ricos han inyectado más de la mitad de las dosis totales de vacunas producidas en todo el mundo. Resulta evidente que la conciencia acerca del alcance de la pandemia no se encuentra en el camino correcto, dado que las naciones más ricas sólo se han enfocado en desarrollar vacunas para las necesidades domésticas, ignorando el hecho de que ningún país estaría seguro hasta que todo el mundo lo esté.
Por ello, para prevenir la desigualdad en la distribución de las vacunas, se lanzó la iniciativa COVAX bajo el liderazgo de la OMS, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunizaciones (GAVI). Esta alianza tiene como objetivo asegurar que todos los países tengan acceso a la vacuna, con independencia de su capacidad económica. Sin embargo, el mecanismo COVAX no cuenta con el presupuesto suficiente para garantizar el suministro de tan preciado producto. Además, ningún grupo farmacéutico ha aceptado compartir la tecnología de desarrollo de vacunas, aún si se les pagase por ella.
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Esfuerzos de colaboración para garantizar la equidad en el acceso
Ante esta situación, a principios de junio de 2021, el Grupo de países industrializados líderes del mundo (G7) tomó una importante decisión, consistente en el compromiso de brindar mil millones de dosis de la vacuna a la población de los países más pobres. Los líderes mundiales también acordaron asignar 650 mil millones de dólares del Fondo de Reserva Global (SDR) creado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), para ayudar a los territorios más necesitados y que enfrentan una recuperación económica lenta debido a su respuesta a la pandemia. Este financiamiento tiene como objetivo lograr la inmunización del 70% de la población en las naciones de ingresos bajos y medianos para fines de 2022.
Con anterioridad, la OMS, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) se reunieron y acordaron crear una plataforma de asistencia técnica, en aras de ayudar a los países con necesidades en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes del coronavirus, y pidieron también llegar a un acuerdo para renunciar a los derechos de propiedad industrial de las vacunas. El 4 de agosto, la OMS exhortó a algunos países a que suspendieran temporalmente la inyección de dosis adicionales hasta, al menos, finales de septiembre, y advirtió que los países pobres se están quedando atrás.
No cabe duda que la rápida propagación de la variante Delta a escala global muestra que la inmunidad en una pequeña comunidad no será efectiva a largo plazo, especialmente si el virus SARS-CoV-2 continúa mutando. Las nuevas variantes podrían ser resistentes a las vacunas existentes, por lo que es probable que la lucha contra la epidemia tenga que “empezar de nuevo”. En este contexto, este combate necesita del consenso y la solidaridad de la comunidad internacional, sobre todo en el tema de la distribución equitativa de las vacunas, ya que el virus SARS-CoV-2 no discrimina a ningún país.